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¿Tiempo de Dios?

De pronto, 
y mientras Su Majestad contemplaba la estatua,
una roca que nadie desprendió vino y golpeó los pies de hierro y barro de la estatua,
y los hizo pedazos.

Brexit, una bala letal contra el multiculturalismo Los resultados del referéndum que decretaron la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea plantean, a la vez, certezas e interrogantes. La votación ha producido una suerte de terremoto a nivel internacional que se ha expresado tanto en las respuestas del sistema financiero global como en la falta de coordinación entre cancillerías de las principales potencias europeas y, aún más, al interior de los propios países. Valen como ejemplo las contradicciones públicas entre Angela Merkel y sus ministros Schäuble y Steinmeier. Pareciera que en los centros de decisión más importantes, tanto económicos como políticos, no se juega con hipótesis, por más posibles que ellas sean.

El referéndum debería tomarse como muestra a extrapolar a otras naciones industrializadas. El voto opositor a la continuidad ha sido definido como antiinmigratorio y pro nacionalista. Ello es parcialmente cierto. Pero si nos quedásemos allí sólo rozaríamos la superficie de su naturaleza.

El pronunciamiento contra las políticas migratorias de la Unión Europea es una reacción defensiva ante el desempleo crónico y la caída del valor del salario. Hay trabajadores no nacionales dispuestos a prestar servicios por menor paga y condiciones laborales más precarias. La amenaza no proviene sólo de los menos calificados paquistaníes, norafricanos y del Medio Oriente. También amenazan los europeos del Este, mucho más calificados laboralmente que aquéllos. Pero la reacción no se agota allí. También está presente el temor ante la pérdida de la identidad nacional, que los países se transformen en una suerte de Babeles extendidas donde proliferen pieles, idiomas, vestimentas, culturas, religiones ajenas a lo tradicional. Así el síntoma Brexit dispara una bala letal contra el multiculturalismo que ha sido una suerte de lema de la política de la Europa comunitaria de los últimos años y ha funcionado como justificativo para, por un lado, abaratar el valor de la fuerza de trabajo comunitaria y, por otro, rejuvenecerla para hacer menor el sacrificio de una población que envejece rápidamente y no tiene el suficiente plantel de trabajadores activos para sostenerla con los beneficios con que cuenta actualmente.

Otro elemento ha sido la situación económica. Los efectos de la gran crisis llegaron tardíamente a las playas del Viejo Continente pero las respuestas ensayadas, producto de la cautela de Merkel y el BCE -o sea el Bundesbank-, no tuvieron la contundencia de las implementadas en el otro lado del Atlántico por Obama y Bernanke; de allí la disparidad de los resultados. Finalmente, el hastío con las dirigencias tanto británica como comunitaria. Bruselas es vista por muchos europeos como Washington por otros tantos estadounidenses. De allí que las invocaciones por el voto a favor del remain hechas por otras cabezas de Estado europeas, el FMI, la OTAN y el mismo Obama, cayeron en saco roto. Es más, el "estamos cansados de los expertos" se transformó en una suerte de exitoso slogan de campaña hacia un electorado cada día más antisistema. Ni el asesinato de Jo Cox conmovió sus corazones .

Por otra parte, la votación demostraría que la grieta no es un mal que aqueja sólo a los argentinos. Inglaterra y Gales votaron mayoritariamente a favor del leave, igual que los trabajadores, los pobladores rurales y los electores de mayor edad. Escocia e Irlanda del Norte, junto con los sectores más acomodados económicamente, la población urbana y los más jóvenes, lo hicieron por el remain. Escocia pedirá un nuevo referendum y algunos apoyan la extravagancia de que Londres se independice de Inglaterra y siga perteneciendo a la UE. La reacción, políticamente correcta, de los líderes comunitarios de urgir al Reino Unido la iniciación inmediata del trámite de divorcio pondrá a prueba la sabiduría del electorado británico.

Este deslizamiento hacia posiciones más conservadoras y antisistema no es patrimonio exclusivo de los británicos. Lo observamos a nivel de casi todos los países industrializados. En Austria una derecha autoritaria perdió por escasísimo margen las elecciones hace unos meses. Los dos grandes partidos españoles no pueden formar gobierno desde hace meses. El partido xenófobo de Geert Wilders en Holanda crece y ya exige su Nedexit igual que Marine Le Pen en Francia. Los mismo puede decirse de varios países eslavos y nórdicos. Desde otro lugar distinto a la derecha, dos discípulas de Beppe Grillo se alzaron con las intendencias de Turín y Roma. Y Trump merece un capítulo aparte.

Desde sus inicios, con la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, hasta hoy el proceso de integración europeo no ha sufrido un revés tan fuerte como el del Brexit. Dos de sus avances más preciados (la unidad monetaria con el euro y la libertad de tránsito consagrada en el Tratado de Schengen) están en la picota. Quizás en los últimos años Europa haya confundido crecimiento con engorde. No haber reconocido que ni todos los países están en condiciones de tomar la medicina de la austeridad fiscal de Maastricht ni tampoco renuncias a la soberanía como las propuestas en las autoridades y tratados supranacionales. Y quizás que la reconstrucción de la unidad europea pase por las tantas veces preconizadas diferentes velocidades. Más integración (por ejemplo la unidad fiscal y la de política exterior) para aquellos países que puedan y quieran y otros tiempos y formas para los que no estén en esas condiciones. Pero todos deberán estar cobijados por la idea de que el fin último de la integración debe ser el crecimiento de la equidad social sin la cual nada tendrá vida duradera.

No recorrer esos caminos puede llevar a resucitar viejos fanstasmas que esta vez no serán los del comunismo que profetizaba Marx sino el de los surgentes neofascismos que ya hacen patente su presencia. Y tener siempre presente que ambos totalitarismos del siglo XX nacieron, crecieron y destruyeron a los valores básicos de la humanidad por el rechazo a las élites dirigentes de esos tiempos y con el caldo de cultivo de la pobreza, el descreimiento y la desesperanza de enormes contingentes humanos. La caja de Pandora se está abriendo nuevamente en Europa y en el mundo.


Otro enlace de interés: Qué es el Brexit

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