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Cambiar la mente


"Ver que vivimos en un mundo atiborrado de mentiras, de corrupción, de hipocresía y que todo eso es moneda corriente ¿no induce a ser mentiroso, corrupto e hipócrita, como si éstos fueran los ingredientes básicos del éxito y de la felicidad?"
A simple vista, aquellos más apresurados, optarán por seguir la corriente río abajo. Es la cruel realidad y el sistema está planificado para eso. Una picadora de carne que no considera la esencia del ser humano sino lo que éste puede producir, transformándolo en un ente utilitario.
El artículo está muy bueno, lo archivé para considerarlo un poco más, a veces no hay tiempo. 
Pasaron como cincuenta días, no es tanto, pero con las oleadas de información que recibimos a diario casi no queda tiempo para meditar procesando todo lo que nos llega. Eso, al que tiene ganas ¿Qué de aquellos que ni se les ocurre?

La ocupación de varios estudiosos, reflejados a lo largo del artículo, sobre la necesidad de cambiar de mente es loable, tal vez sean un reservorio moral que manifiesta: "no todo está perdido". 

"La mente humana ha creado maravillas en materia científica y tecnológica, pero no ha encontrado aún la fórmula para evitar las guerras, la destrucción del planeta y vencer los propios conflictos internos que surgen de nuestra psiquis y de nuestra turbulenta vida emocional".
Así es, debemos asumir, humildemente que solos no salimos de esta situación. Está probado y comprobado.

"Tienen que nacer de nuevo", le dijo Jesús de Nazaret a Nicodemo, el dirigente legislador y teólogo judío (Ev de San Juan 3:17).
Luego, el apóstol Pablo recomendaría a los de la iglesia de Roma: "No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente." (Ep a los Romanos 12:2).
Solamente en Jesucristo hay esperanza, hay plenitud, hay vida abundante. Una vida en fe y para fe, guiada por el Espíritu Santo. No todo pasa por el pan, o por la ciencia, somos seres con cuerpo, mente y espíritu. Un espíritu al que solo Jesucristo le puede dar vida para que conozcamos al Padre.
Si estás necesitado, si lo crees posible, ora:

Padre te ruego que me hagas tu hijo. 
Me aparto del pecado, acepto tu perdón, que me ofreces por medio de Jesucristo, gracias a su muerte y resurrección. Pongo mi fe y confianza en Jesucristo solamente, lo recibo como Señor y Salvador mío. Quiero seguirte y servirte. 
En el nombre de Jesús. Amén.
Fuentes: La Nación.

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