No te dí, Adán, ni un puesto determinado ni un aspecto propio ni función alguna que te fuera peculiar, con el fin de que aquel puesto, aquel aspecto, aquella función por los que te decidieras, los obtengas y conserves según tu deseo y designio. La naturaleza limitada de los otros se halla determinada por las leyes que yo he dictado. La tuya, tú mismo la determinarás sin estar limitado por barrera ninguna, por tu propia voluntad, en cuyas manos te he confiado. Te puse en el centro del mundo con el fin de pudieras observar desde allí todo lo que existe en el mundo. No te hice ni celestial ni terrenal, ni mortal ni inmortal, con el fin de que, casi libre y soberano artífice de ti mismo, te plasmaras y te esculpieras en la forma que te hubieras elegido. Podrás degenerar hacia las cosas inferiores que son los brutos; podrás, de acuerdo con la decisión de tu voluntad, regenerarte hacia las cosas superiores que son divinas.
La oración de un matrimonio. Señor, ayudanos a recordar cuando nos conocimos, y el profundo amor que fue creciendo entre nosotros. Ayúdanos a traducir ese amor en acciones prácticas, para que nada nos pueda separar. Te pedimos que nos des palabras bondadosas y amorosas, y corazones que estén siempre listos a pedir perdón y a perdonar. Padre, ponemos nuestro matrimonio en tus manos. Amén
Comentarios
Publicar un comentario