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Oración vs Obediencia

Hace mucho recibí un artículo fotocopiado de una revista (año 1987), hoy arreglando unos papeles lo encontré y me pareció oportuno por su vigencia. Ahí va...

¿Ha notado usted cuánto se ha orado últimamente por un avivamiento y cuán poco se ha obtenido?
Considerando la cantidad de oraciones que se elevan en estos días, ríos de renovación deberían fluir y bendecir toda la tierra.
No debería desanimarnos que tales resultados no estén en evidencia, más bien debería movernos a buscar el porqué nuestras oraciones no tienen respuesta.
Todo tiene su razón de ser en el reino de Dios, así como en el mundo natural. La razón por la cual Dios se rehúsa obviamente a enviarnos un avivamiento puede tener causas profundas, pero seguramente no serán tan profundas como para no encontrarlas. Yo creo que nuestro problema es que hemos estado tratando de sustituir la oración por la obediencia y esto sencillamente no funciona.
Una iglesia, por ejemplo, sigue sus tradiciones sin pensar demasiado si éstas están de acuerdo a las Escrituras o no.
O se rinde a la presión de la opinión pública y se deja llevar por tendencias populares que la apartan del modelo del Nuevo Testamento. Entonces los líderes notan una falta de poder espiritual entre la gente y comienzan a inquietarse por esto. ¿Qué hacer? ¿Cómo pueden conseguir esa revitalización de espíritu que necesitan con tanta urgencia? ¿Qué pueden hacer para que bajen lluvias refrescantes que vivifiquen sus almas desfallecidas?
En su concepto, ya tienen la respuesta. Los libros les dicen: ¡Oren! El evangelista que está de paso confirma lo que los libros dicen: ¡Oren! Esta palabra se hace eco hacia todos lados, creciendo en volumen hasta convertirse en un bramido: ¡OREN! Por lo tanto el pastor llama a la gente a orar. Pasan días y noches rogando a Dios que sea misericordioso y envíe un avivamiento sobre su pueblo. Frente al entusiasmo de la gente, parecería por un momento que el avivamiento está en camino. Pero como no llega, el celo por la oración comienza a decaer. pronto la iglesia vuelve a su condición anterior y el desaliento se apodera de cada uno. ¿Qué es lo que ha estado mal?
Simplemente esto: ni los líderes, ni la gente han hecho ningún esfuerzo por obedecer a la Palabra de Dios. A ellos les parece que toda su debilidad está basada en no orar lo suficiente, cuando realmente, de muchas maneras, estaban siendo deficientes en el vital asunto de la obediencia. El soberano Señor no acepta ofrecimientos que no estén acompañados de obediencia.
Orar por renovación ignorando o verdaderamente burlando el sencillo precepto establecido en las Escrituras, es gastar un montón de palabras y no obtener nada como respuesta a nuestros problemas.
Últimamente se ha afirmado demasiado que la fe de Cristo es árbitro absoluto. Esto hace que la persona se apropie de antemano de toda una personalidad redimida y excluya cualquier tipo de demanda. O más precisamente hace que todas las demandas legítimas sobre la vida cristiana sean condicionales, y sin dudarlo decide la prioridad que corresponde a cada demanda dentro del esquema total. Nuestro compromiso con Cristo en la salvación libra al creyente del castigo por el pecado, pero no le libra de la obligación de obedecer. Más bien le trae bajo la gozosa necesidad de obedecer.
Observe las epístolas del Nuevo Testamento y note cuantos pasajes contienen de los que, erróneamente, son llamados "pasajes de consejo". Dividiendo las epístolas en "pasajes de doctrina" y "pasajes de consejo", nos hemos librado de la necesidad de obedecer.
Los pasajes doctrinales no requieren de nosotros otra cosa más que creamos. Los así llamados "pasajes de consejo", son lo suficientemente inofensivos, porque el mismo nombre que se les da revela que son palabras de consejo y estímulo, más que mandamientos para obedecer. Este es un error notable.
Las exhortaciones en las epístolas deben ser interpretadas como mandatos apostólicos teniendo el peso de ser dados por la Cabeza de la Iglesia.
Se espera que sean obedecidos y no considerados como buenos concejos frente a los cuales estamos en libertad de aceptarlos o rechazarlos según nos parezca.
Si esperamos que la bendición de Dios sea sobre nuestras vidas, debemos comenzar por obedecer. La oración comenzará por ser efectiva cuando dejemos de usarla como sustituto de la obediencia. Dios no aceptará la oración en reemplazo de la obediencia. Solamente nos estamos engañando a nosotros mismos cuando tratamos de hacer esto.

A. W. Tozer

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